Princesita


               Princesita


 Llegue a casa, me senté en el sofá y vi su foto en el marco, eso me hizo sonreír. Ella se había ido hace mucho tiempo, vivía con otro hombre, incluso ya tenía una hija. Eso me hacía feliz y me entristecía a la vez. 
Allí sentado, dejando a un lado todo lo que no me dejaba pensar, pensé y recordé mi vida junto a ella; desde el día que la cogí en brazos por primera vez hasta la última vez que la vi, la mañana anterior. Repasé como había cambiado en cada etapa de su vida, apoyada por su madre y por mí, lo rápido que creció hasta convertirse en la mujer que es y cómo a la vez era la misma de siempre. Desde pequeña es dulce, inteligente, clara y dura. Conseguía todo lo que quería, conmigo por supuesto, y con el mundo entero. Cuando sonríe su belleza es tal que tienes que quedarte un rato más mirándola, pero cuando la escuchas hablarte de; los humanos, los animales, las injusticias, las mentiras y verdades o que se yo, de cualquier tema, te olvidas de su belleza y te envuelve su inteligencia y eso es más bello y envolvente aún.
Yo que lo fui todo en la vida, que he visto todo tipo de personas, no he encontrado a nadie como ella. En parte siento eso porque es mi hija, pero me convencí de que no era solo orgullo de padre aquel lluvioso día en casa cuando ella tenía siete años. Le propuse: “- ¡Juguemos! Tú serás la princesita.”, me miró con seriedad y dijo: “Papá, yo no soy la princesa, yo escribiré el cuento.” . Ese día entendí el verdadero poder de uno mismo.












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